jueves, 27 de agosto de 2020

 

Se apagó la luz de Eulogio “José” Agraez

 

Mario Manzanares

Comenzaba a dar yo mis primeros pasos en el reporterismo grafico cuando un día fui invitado por mi compadre Leopoldo Arellano a un simpático local llamado El Palmar, pero que las malas lenguas le llamaba UPI. Mi primera pregunta que le hice a José fue esa, porque le llaman UPI. Su repuesta fue de lo más jocosa que pude escuchar ese día, “pues, como le llamarías tu un lugar donde solo vienen periodistas y locutores a conversar de radio y prensa, sería ideal una sucursal de UPI, en el local al que regento”, su lógica respuesta.

Esa no sería la primera y última vez que yo asistiría a ese popular lugar a compartir con mi compadre. Gracias al lugar me fui haciendo amigos de muchos periodistas y locutores, y José Agraez siempre sonriendo a todo el que llegaba, nunca se le veía una mala cara con nadie, su negocio era atender y atender bien.

Allí cada mañana iba a comer una rica empanada de carne molida con un rico café que hacía en su máquina de antaño pero que todavía salía de ella un aromático y rico café.

En verdad el lugar era digno de ver personajes de la famosa Radio Acarigua, y los estelares periodistas de “Radio Noticia”, entre los que pululaban por el lugar, allí llegaba Yajure, Benjamín Parada, Cortes Anzola, el mismísimo locutor de la Botica Musical Norberto Pérez León, Rafael Querales de Brindis Criollo, Pepe Roldan que era el operador estrella de Radio Acarigua, entre otros.

Armando Roque López, radiodifusor y dueño de Radio Portuguesa venía a preguntar por el ranking de su emisora en el lugar de Radio Acarigua, claro no faltaba quien le tomara el pelo, entre ellos José.

 

“José”, aunque su real nombre era Eulogio Agraez, pero que todos lo conocimos así, José o Eulogio, oriundo de Algodonal que nació en 1944, y residenciado en Durigua II desde hace varios lustros, lugar donde un infarto lo sorprendió en su humilde morada, sacándolo de este mundo donde él se dio a conocer y apreciar por todos los que lo conocimos y supimos de su don de gente.

 A este hombre trabajador, casado con una gran mujer Norina, y deja en la orfandad a Kleiber, Daniel, Yomary y Mary Agraez. Todos ellos hijos de este ilustre personaje que con su gracia, don de gente y mejor amigo cautivo a sus amigos, clientes y todos los que por su negocio pasaban.

El Palmar, o UPI como mejor les parezca, fue un pequeño bar donde llegaban desde locutores, periodistas, vendedores de todo tipo, personajes que pasaban y disfrutaban de las anécdotas de José y sus ocurrencias.

Hay hasta la loca Inmaculada se tomaba par de tercios y seguía con su luna a otros lugares, se escuchaba cantar a Napoleón su guitarra mágica, sus dignas peleas con la soledad con su bolsita de queso o chicharrones, solo en un rincón del lugar. Se podía ver pasar vendedores de pistachos el más conocido Do Luis, vendedores de medias, carteras, colonias y el lugar popular para esperar a cualquier persona, ya que el edificio de la Liga Tuberculosa de Portuguesa era ampliamente conocido.

Con el pasar del tiempo y el encarecimiento de todo lo que José vendía en su negocio, este fue mermando, pero José se negaba a cerrar sus puertas y se mantuvo en pie de lucha hasta que su condición humana empezó a mermar, se sentía ya cansado, agotado por el trajín del tiempo que no perdona. José era una persona con Diabetes pero que siempre convivio con su condición, nunca se quejaba y a nadie molestaba, a su lado siempre en el negocio estuvo el cascarrabias Ramón, amargado pero buena gente, siempre presto a prestar ayuda a su amigo José.

El Palmar o UPI siempre recordara a este humilde hombre que desde Algodonal llego hasta Acarigua para hacer amigos y regentar uno de los negocios si se quiere más populares que han abierto sus puertas en Acarigua, no era cinco estrellas, pero era uno de los que más clientela tenia, y eso se debe a que su barman José Agraez como todos conocían, tenía el don de la amistad. Para todos a su familia, para su esposa Norina y todos sus hijos y nietos, mis palabras de sincera condolencia, por la amistad que me unió a su esposo y su padre. Hasta siempre hermano.

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