Rodrigo Rodríguez:
De
mecánico diesel a fotógrafo
Por Mario Manzanares
EL legendario fotógrafo Rodrigo Rodriguez |
Este humilde personaje, de la mecánica, dela fotografía y también un
poco de la medicina natural, llego a Portuguesa y aquí se quedó por siempre.
Ya anda por Acarigua como dice la
canción de Piero, “Como perdonando al tiempo”, eso que el retrato hoy le pasa
factura, ya no anda en moto, ni con su bolso y menos con su añorada compañera
de toda una vida, su cámara.
Con un bastón, su nuevo compañero, se
pasea por sus queridas calles acarigueña, aquellas que tantas veces lo vieron
pasar y que muchas otras fotografió, con su vieja y famosa Pentax K1000, hombre
culto por demás y caballeroso, pero los años no pasan sin dejar huellas y hoy
día Rodrigo Rodríguez ya no tiene esa mirada aguda de fotógrafo, la luz de sus
ojos, la que dibuja las imágenes en nuestro cerebro, se ha venido apagando y ya
no es igual que otros años, cuando la juventud aun andaba con él.
De nacionalidad colombiana, habla de
Venezuela su segunda patria, como si fuera nativo de aquí; es que Rodrigo es un
hombre agradecido con este país, que le abrió sus puertas para que aquí se quedara,
como un portugueseño más.
Este hombre, nace en un hermoso pueblo,
cerca del municipio Socorro, en la cuna de grandes montañas y majestuosos ríos,
así es Simacota Santander, en esa bella comarca al norte de Colombia nació este
fotógrafo Rodrigo Rodríguez. A Simacota se llega por carreteras bien
pavimentadas, son 14 kilómetros de bellos paisajes. Es cuna de la famosa y
recordada “Revolución de los comuneros”, de la cual toma su nombre esta
provincia colombiana.
En esa localidad nace un 22 de noviembre
de 1954 Rodrigo Rodríguez, nos cuenta que para llegar a su lar natal, en la
ruta debe cruzar el río Suarez, raudo y caudaloso, pasa por debajo del puente Vásquez,
lugar este que marca el límite fronterizo con sus vecinos del Socorro; son kilómetros
de frescura, paisajes montañosos, verdes follajes y de fincas agrícolas y hatos
ganaderos, alrededor de estas majestuosas cercas al más añejo recuerdo
colonial, paredes de piedras, bien labradas.
Rodrigo pasó allí toda su niñez y parte
de su juventud, al lado de sus padres, estudio su primaria y secundaria en las
escuelas de su pueblo, recuerda también haber hecho curso de Mecánica Diesel en
el SENA, algo parecido a lo que es el INCE aquí en Venezuela.
Se viene a Venezuela dejando su gente,
se aventura en busca de una mejor vida y aquí en tierra de Bolívar la consiguió
años después, era tiempos duros en Colombia, y esta tierra lo recibió con los brazos abiertos y extendidos. Llega
un 27 de noviembre de 1972, hacia unos días que había cumplido 18 años,
aterrizando en la parroquia guanareña de Agripaca, algo así como un
asentamiento campesino, para él fue un descontento total, no era lo le habían
pintado antes de salir de su pueblo.
De ese asentamiento salieron para
Ospino, allí encontró otro panorama, se instaló como mecánico diesel a trabajar
yéndole bien, pero aún estaba lejos de lo que sería su pasión y verdadera
vocación, la fotografía.
En Ospino trabajo con un argentino de
nombre Mario que era agricultor, el coco su mecánico de su maquinaria. El trabajo
era duro recuerda Rodrigo, pero de buenos beneficios, duro muy poco tiempo en
ese lugar; recogió maletas y llego a Acarigua, donde permanecería hasta la
actualidad instalándose en la comunidad de Bella Vista I.
En Acarigua se hospedo por casi seis
meses en el conocido hotel Rio, en la antigua calle 11 hoy 28, al lado del
reconocido para la época como el Mini Café, suerte de paradero de casi todos
los fotógrafos de la ciudad, allí convergían todos para esperar sus trabajos
fotográficos, ya que el laboratorio quedaba cerca y ahí se podían refrescar y
conversar, fue allí su primer contacto con la fotografía, la providencia le
mostraba su verdadero camino, por el que ha transitado los últimos 40 años.
Rodríguez comía allí y tomaba su
cafecito cada mañana, atendido por doña María, dueña del lugar. Cuenta Rodrigo
con mucha nostalgia, que aquellos encuentros se fueron haciendo más frecuente
cada día, conoce su primer amigo fotógrafo su coterráneo Armando Ibarra, todo
un personaje en el reporterismo gráfico del estado, de variadas anécdotas en la
prensa regional. Ibarra hace poco (2018) muere en su natal Colombia, donde sucumbió
tras penosa enfermedad. Allí también conoció a otros coleas de él, que se
unirían a su lista de amistades, donde se cuenta a Rafael “Gocho” Noguera, su
fiel amigo, de quien hablaremos después; del Gocho recuerdo yo, que fue mi fotógrafo
de mi graduación de bachillerato y fue a entregar las fotos a mi casa un día
martes, mi viejita Carmen le dijo venga el sábado, y el Gocho, en la vereda
rompió mis fotos, años después lo vi siendo yo su colea, le recordé ese
episodio, él nunca se imaginó, que yo recordaría aquel lamentable malcriadez de
él.
De igual forma Rodrigo, siguió haciendo
amigos, conoció a Jaime Torres, también colombiano, un trotamundos de la
fotografía de su tierra natal, Jaime llego a Barinas y luego a Portuguesa, en
la ciudad Márquez fue fundador del Circulo de Reporteros Gráficos de Venezuela,
y aquí por muchos años estuvo vinculado al Diario Ultima Hora; ellos han
cultivado una añeja amistad que aún conservan.
Recuerda Rodríguez, que para la época
por allá en 1976, existía el primer diario de los portugueseño, que estaba
ubicado cerca del conocido centro comercial Cristal, y casi todos los pocos
fotógrafos que habían trabajaban allí, había mucha demanda y le comenzó a
gustar la fotografía como medio de trabajo; ya contaba con algunos
conocimientos teóricos y para completar lo que sabía compro una enciclopedia de
fotografía, aprendiendo totalmente la teoría y paso seguido compra su propia
cámara y se inicia a capturar sueños, sonrisas y tristezas, ya es fotógrafo. Se
inicia en la fotografía de llaveritos, su parada seria la avenida Libertador
esquina de Hotel Las Majaguas, ahí dio sus primeros pasos, para esta época ese trabajo de
llaveritos desapareció del mercado, para los años 80 era toda una novedad
cargar una foto en llavero.
Con la enciclopedia comprendió muchas cosas
que estaban allí escritas, pero en definitiva la práctica es la que hace al
monje y también al fotógrafo.
Fue una época, nos dice Rodrigo, que si
se quiere de oro, desde 1976 hasta
finales de la década de los 90, el trabajo fotográfico era un negocio redondo,
dejaba buenos cobres, muy lucrativo y económico y se podía ganar para vivir
bien.
Hoy en pleno siglo 21, es malo ser
fotógrafo, la tecnología es buena, pero para los que vivimos de este trabajo nos
a dado muchos dolores de cabeza y hasta nos ha hecho cambiar de ramo, pero ya
tampoco somos ningunos muchachos para comenzar de nuevo a explorar otro campo
laboral, con rabia e impotencia en su rostro, con voz quebrada nos aclara
Rodrigo.
Don Jaime Vargas, periodista y reportero
gráfico, fue un gran promotor de esta loable profesión aquí en Acarigua –
Araure, que muchos hicimos como nuestra con verdadero profesionalismo, él fue
un pionero que abrió un laboratorio fotográfico ubicado en Araure cerca de la
plaza Bolívar, donde hacían el copiado de nuestro trabajo a bajo coste. También
existía Fotos 1000, Foto Tokio en la vía al Palito, y diagonal a la añeja zapatería
Maracaibo aún se encuentra ubicada Fotos Vargas. Unos años después en los 80 abriría
sus puertas Foto Lugo, del profesional de la lente William Lugo.
Unos años después se instalarías Fotos
CEFOT, Foto Centro, Foto Ya de poca duración en la alianza, al lado de
Comercial Páez. Las dos primeras mencionadas son de Francisco Vargas, hijo de
Don Jaime, quien tomó el relevo de su padre, dando también buenos precios a
todos los profesionales, manteniendo la competencia en el ramo.
Fueron muchos con los que Rodrigo
cultivo amistad, entre ellos se cuenta José Alberto Portilla, “El Peruanito”,
“El Verdugo” al que no recordó su nombre, Klaus Opresko Dull, ganador del
Premio Nacional de Foto
Sigue adelante y dice, “era otra época y
todos éramos unos muchachos (sonríe), refuta y nos gustaba tomar sanamente,
para ello estaba “El Noche y Día” en la alianza donde se ubica hoy Banco
Mercantil, El Mini Café, La Terraza, Hotel Jardín, El Flora, entre otros
establecimientos”.
“La competencia entre nosotros era sana,
aunque habían colegas que eran unos bellacos y les gustaba repisar a los
clientes de dinero y salir a venderles las fotos primero que uno, eso era
válido entre nosotros, pero era una práctica deshonesta”, aclara RR.
Continúa y nos dice que lora
estabilizarse y conoce a Alicia con la que se casa y con la que engendra su
único hijo, con ella dura unido hasta el día de su desaparición física, un
primero de mayo, se le hace un nudo en la garganta al recordarla.
Me convertí en el fotógrafo exclusivo,
recuerda con orgullo de Pozo Blanco, cuando su director era el profesor
Humberto González, a él le gustaba y le apasionaba la conservación ambiental y
semanalmente hacía para educadores de preescolar Talleres y Seminarios,
estudios avanzados y yo aprovechaba para tomar las fotos de las entregas de
certificados, eso dejaba buenas ganancias para el hogar ya conformado con
Alicia.
También nuestro entrevistado fue fotógrafo
exclusivo del famoso Baile de las Debutantes, evento anual que se realizaba en
el Club Italo Venezolano, en La Romana, un evento muy promocionado por los
medios, consistía en la presentación a
la sociedad de las lindas Quinceañeras de la alta sociedad, allí se presentaba
afamados agrupaciones nacionales como la Billos y Los Melódicos, esta última
con su bella vocalista Liz con tan solo 23 años, se presentó aquí, y canto en
esta gala, dejando escuchar su encantadora voz.
A la cabeza de este prestigioso evento,
se encontraba el señor Jaten, Antonio Manjaka, Carrasco, entre otros miembros honorables
del Rotary Club; quien no recuerda esas memorables galas con esas bellas
señoritas su presentación ante la sociedad.
Acarigua comenzó a desarrollarse
aceleradamente, se llenó el centro de negocios, se mantuvieron varios años más,
comercios emblemáticos como Su Bar, La Terraza, Todo a Real, El Reloj Musical,
los cines Alianza, Curpa y Páez; en muchos de estos negocios los fotógrafos
eran clientes fijos, luego de finalizar se jornada diaria.
Ya el club Páez había abierto a la
sociedad, llego a competir con el Araurigua de Araure; en esos salones del club Páez se hacían fiestas
de galas de las mejores familias de la ciudad, hoy convertido en museo.
La avenida El Trayecto, hoy 5 de Diciembre,
estaba engransonada, luego sería asfaltada en la democracia representativa a lo
que es hoy día una arteria vial de mucha importancia para ambas ciudades y que
las une; va desde el Bulevar San Roque hasta el Puente Araure. En ese bulevar
me cuenta Rodrigo que había a su llegada una bomba de gasolina Shell.
Rodrigo envía este mensaje a todos los
venezolanos que lean esta crónica, “cada venezolano hijo de esta gran nación,
debe cambiar el modo de pensar, para cambiar el modo de actuar”, a Rodrigo
Rodríguez le duele tanto este país como a cada nacido en estas tierras. Al
colega con aprecio.
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