sábado, 24 de noviembre de 2018


Rodrigo Rodríguez:

 De mecánico diesel a fotógrafo






                Por Mario Manzanares

EL legendario fotógrafo Rodrigo Rodriguez
Este humilde personaje,  de la mecánica, dela fotografía y también un poco de la medicina natural, llego a Portuguesa y aquí se quedó por siempre.
Ya anda por Acarigua como dice la canción de Piero, “Como perdonando al tiempo”, eso que el retrato hoy le pasa factura, ya no anda en moto, ni con su bolso y menos con su añorada compañera de toda una vida, su cámara.
Con un bastón, su nuevo compañero, se pasea por sus queridas calles acarigueña, aquellas que tantas veces lo vieron pasar y que muchas otras fotografió, con su vieja y famosa Pentax K1000, hombre culto por demás y caballeroso, pero los años no pasan sin dejar huellas y hoy día Rodrigo Rodríguez ya no tiene esa mirada aguda de fotógrafo, la luz de sus ojos, la que dibuja las imágenes en nuestro cerebro, se ha venido apagando y ya no es igual que otros años, cuando la juventud aun andaba con él. 
De nacionalidad colombiana, habla de Venezuela su segunda patria, como si fuera nativo de aquí; es que Rodrigo es un hombre agradecido con este país, que le abrió sus puertas para que aquí se quedara, como un portugueseño más.
Este hombre, nace en un hermoso pueblo, cerca del municipio Socorro, en la cuna de grandes montañas y majestuosos ríos, así es Simacota Santander, en esa bella comarca al norte de Colombia nació este fotógrafo Rodrigo Rodríguez. A Simacota se llega por carreteras bien pavimentadas, son 14 kilómetros de bellos paisajes. Es cuna de la famosa y recordada “Revolución de los comuneros”, de la cual toma su nombre esta provincia colombiana.
En esa localidad nace un 22 de noviembre de 1954 Rodrigo Rodríguez, nos cuenta que para llegar a su lar natal, en la ruta debe cruzar el río Suarez, raudo y caudaloso, pasa por debajo del puente Vásquez, lugar este que marca el límite fronterizo con sus vecinos del Socorro; son kilómetros de frescura, paisajes montañosos, verdes follajes y de fincas agrícolas y hatos ganaderos, alrededor de estas majestuosas cercas al más añejo recuerdo colonial, paredes de piedras, bien labradas.
Rodrigo pasó allí toda su niñez y parte de su juventud, al lado de sus padres, estudio su primaria y secundaria en las escuelas de su pueblo, recuerda también haber hecho curso de Mecánica Diesel en el SENA, algo parecido a lo que es el INCE aquí en Venezuela.
Se viene a Venezuela dejando su gente, se aventura en busca de una mejor vida y aquí en tierra de Bolívar la consiguió años después, era tiempos duros en Colombia, y esta tierra lo recibió  con los brazos abiertos y extendidos. Llega un 27 de noviembre de 1972, hacia unos días que había cumplido 18 años, aterrizando en la parroquia guanareña de Agripaca, algo así como un asentamiento campesino, para él fue un descontento total, no era lo le habían pintado antes de salir de su pueblo.
De ese asentamiento salieron para Ospino, allí encontró otro panorama, se instaló como mecánico diesel a trabajar yéndole bien, pero aún estaba lejos de lo que sería su pasión y verdadera vocación, la fotografía.
En Ospino trabajo con un argentino de nombre Mario que era agricultor, el coco su mecánico de su maquinaria. El trabajo era duro recuerda Rodrigo, pero de buenos beneficios, duro muy poco tiempo en ese lugar; recogió maletas y llego a Acarigua, donde permanecería hasta la actualidad instalándose en la comunidad de Bella Vista I.
En Acarigua se hospedo por casi seis meses en el conocido hotel Rio, en la antigua calle 11 hoy 28, al lado del reconocido para la época como el Mini Café, suerte de paradero de casi todos los fotógrafos de la ciudad, allí convergían todos para esperar sus trabajos fotográficos, ya que el laboratorio quedaba cerca y ahí se podían refrescar y conversar, fue allí su primer contacto con la fotografía, la providencia le mostraba su verdadero camino, por el que ha transitado los últimos 40 años.
Rodríguez comía allí y tomaba su cafecito cada mañana, atendido por doña María, dueña del lugar. Cuenta Rodrigo con mucha nostalgia, que aquellos encuentros se fueron haciendo más frecuente cada día, conoce su primer amigo fotógrafo su coterráneo Armando Ibarra, todo un personaje en el reporterismo gráfico del estado, de variadas anécdotas en la prensa regional. Ibarra hace poco (2018) muere en su natal Colombia, donde sucumbió tras penosa enfermedad. Allí también conoció a otros coleas de él, que se unirían a su lista de amistades, donde se cuenta a Rafael “Gocho” Noguera, su fiel amigo, de quien hablaremos después; del Gocho recuerdo yo, que fue mi fotógrafo de mi graduación de bachillerato y fue a entregar las fotos a mi casa un día martes, mi viejita Carmen le dijo venga el sábado, y el Gocho, en la vereda rompió mis fotos, años después lo vi siendo yo su colea, le recordé ese episodio, él nunca se imaginó, que yo recordaría aquel lamentable malcriadez de él.

De igual forma Rodrigo, siguió haciendo amigos, conoció a Jaime Torres, también colombiano, un trotamundos de la fotografía de su tierra natal, Jaime llego a Barinas y luego a Portuguesa, en la ciudad Márquez fue fundador del Circulo de Reporteros Gráficos de Venezuela, y aquí por muchos años estuvo vinculado al Diario Ultima Hora; ellos han cultivado una añeja amistad que aún conservan.
Recuerda Rodríguez, que para la época por allá en 1976, existía el primer diario de los portugueseño, que estaba ubicado cerca del conocido centro comercial Cristal, y casi todos los pocos fotógrafos que habían trabajaban allí, había mucha demanda y le comenzó a gustar la fotografía como medio de trabajo; ya contaba con algunos conocimientos teóricos y para completar lo que sabía compro una enciclopedia de fotografía, aprendiendo totalmente la teoría y paso seguido compra su propia cámara y se inicia a capturar sueños, sonrisas y tristezas, ya es fotógrafo. Se inicia en la fotografía de llaveritos, su parada seria la avenida Libertador esquina de Hotel Las Majaguas, ahí dio sus primeros  pasos, para esta época ese trabajo de llaveritos desapareció del mercado, para los años 80 era toda una novedad cargar una foto en llavero.
 Con la enciclopedia comprendió muchas cosas que estaban allí escritas, pero en definitiva la práctica es la que hace al monje y también al fotógrafo.
Fue una época, nos dice Rodrigo, que si se quiere de oro, desde 1976  hasta finales de la década de los 90, el trabajo fotográfico era un negocio redondo, dejaba buenos cobres, muy lucrativo y económico y se podía ganar para vivir bien.
Hoy en pleno siglo 21, es malo ser fotógrafo, la tecnología es buena, pero para los que vivimos de este trabajo nos a dado muchos dolores de cabeza y hasta nos ha hecho cambiar de ramo, pero ya tampoco somos ningunos muchachos para comenzar de nuevo a explorar otro campo laboral, con rabia e impotencia en su rostro, con voz quebrada nos aclara Rodrigo. 
Don Jaime Vargas, periodista y reportero gráfico, fue un gran promotor de esta loable profesión aquí en Acarigua – Araure, que muchos hicimos como nuestra con verdadero profesionalismo, él fue un pionero que abrió un laboratorio fotográfico ubicado en Araure cerca de la plaza Bolívar, donde hacían el copiado de nuestro trabajo a bajo coste. También existía Fotos 1000, Foto Tokio en la vía al Palito, y diagonal a la añeja zapatería Maracaibo aún se encuentra ubicada Fotos Vargas. Unos años después en los 80 abriría sus puertas Foto Lugo, del profesional de la lente William Lugo.

Unos años después se instalarías Fotos CEFOT, Foto Centro, Foto Ya de poca duración en la alianza, al lado de Comercial Páez. Las dos primeras mencionadas son de Francisco Vargas, hijo de Don Jaime, quien tomó el relevo de su padre, dando también buenos precios a todos los profesionales, manteniendo la competencia en el ramo.
Fueron muchos con los que Rodrigo cultivo amistad, entre ellos se cuenta José Alberto Portilla, “El Peruanito”, “El Verdugo” al que no recordó su nombre, Klaus Opresko Dull, ganador del Premio Nacional de Foto
grafía, siendo corresponsal del Diario El Nacional, todo un señor de la cámara, de pocas palabras, con Klaus se cumplía la décima de que “Una buena fotografía dice más que mil palabras”, todos estos ya sepultados; así los recuerda Rodrigo con un nudo en la garganta, entre sollozos.
Sigue adelante y dice, “era otra época y todos éramos unos muchachos (sonríe), refuta y nos gustaba tomar sanamente, para ello estaba “El Noche y Día” en la alianza donde se ubica hoy Banco Mercantil, El Mini Café, La Terraza, Hotel Jardín, El Flora, entre otros establecimientos”.
“La competencia entre nosotros era sana, aunque habían colegas que eran unos bellacos y les gustaba repisar a los clientes de dinero y salir a venderles las fotos primero que uno, eso era válido entre nosotros, pero era una práctica deshonesta”, aclara RR.

Continúa y nos dice que lora estabilizarse y conoce a Alicia con la que se casa y con la que engendra su único hijo, con ella dura unido hasta el día de su desaparición física, un primero de mayo, se le hace un nudo en la garganta al recordarla.
Me convertí en el fotógrafo exclusivo, recuerda con orgullo de Pozo Blanco, cuando su director era el profesor Humberto González, a él le gustaba y le apasionaba la conservación ambiental y semanalmente hacía para educadores de preescolar Talleres y Seminarios, estudios avanzados y yo aprovechaba para tomar las fotos de las entregas de certificados, eso dejaba buenas ganancias para el hogar ya conformado con Alicia.

También nuestro entrevistado fue fotógrafo exclusivo del famoso Baile de las Debutantes, evento anual que se realizaba en el Club Italo Venezolano, en La Romana, un evento muy promocionado por los medios, consistía en la presentación  a la sociedad de las lindas Quinceañeras de la alta sociedad, allí se presentaba afamados agrupaciones nacionales como la Billos y Los Melódicos, esta última con su bella vocalista Liz con tan solo 23 años, se presentó aquí, y canto en esta gala, dejando escuchar su encantadora voz.
A la cabeza de este prestigioso evento, se encontraba el señor Jaten, Antonio Manjaka, Carrasco, entre otros miembros honorables del Rotary Club; quien no recuerda esas memorables galas con esas bellas señoritas su presentación ante la sociedad.

Acarigua comenzó a desarrollarse aceleradamente, se llenó el centro de negocios, se mantuvieron varios años más, comercios emblemáticos como Su Bar, La Terraza, Todo a Real, El Reloj Musical, los cines Alianza, Curpa y Páez; en muchos de estos negocios los fotógrafos eran clientes fijos, luego de finalizar se jornada diaria.
Ya el club Páez había abierto a la sociedad, llego a competir con el Araurigua de Araure; en  esos salones del club Páez se hacían fiestas de galas de las mejores familias de la ciudad, hoy convertido en museo.
 La avenida El Trayecto, hoy 5 de Diciembre, estaba engransonada, luego sería asfaltada en la democracia representativa a lo que es hoy día una arteria vial de mucha importancia para ambas ciudades y que las une; va desde el Bulevar San Roque hasta el Puente Araure. En ese bulevar me cuenta Rodrigo que había a su llegada una bomba de gasolina Shell.

Rodrigo envía este mensaje a todos los venezolanos que lean esta crónica, “cada venezolano hijo de esta gran nación, debe cambiar el modo de pensar, para cambiar el modo de actuar”, a Rodrigo Rodríguez le duele tanto este país como a cada nacido en estas tierras. Al colega con aprecio.

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