Frank: Músico, zapatero y matemático
Mario
Manzanares
Cada
mañana baja por la Libertador, viene de Barrio Colombia 1, empujando un pesado
carruaje y una perra que lo acompaña día y noche, su compañera de viaje, de
aventura y de trabajo. Muchos por su aspecto lo pueden tildar de bohemio, pero
en su interior este humilde hombre guarda muchos secretos y sabiduría.
Frank,
a secas así dijo llamarse, y este señor que ejerce el humilde trabajo de
zapatero al frente del parque Andrés Eloy Blanco, es nativo del Zulia, en
Maracaibo. Con muchos abriles encimas, llego cargado de esperanzas a este
pueblo, conocía pocas letras cuando
llegó.
Recuerda
con nostalgias las enseñanzas de sus padres allá en Maracaibo, donde su madre
hacia labores de casa y de campo, nos dice mi “mama tenia vacas, caballo, burros
a los que los ligaba para sacar los animales para el trabajo, ella me enseño a
ordeñar y a ganarme la vida con dignidad, con el sudor de la frente.”
La
historia apenas comienza, Frank, que cada mañana muy temprano se despierta con
el cantar del gallo, se prepara y saca su pesado carro donde carga sus
implementos de lucha, su perra, libros y su vieja guitarra, que no deja ni a
sol ni a sombra.
Muchas
persona sin conocerlo y haber hablado nunca con él, lo critican, lo juzgan y
hasta lo maltratan con el pensamiento, pero lo que no saben es que Frank, quien
estudio a través del método Acude implementado por un gobernante adeco hace
muchos años, estudio su primaria en la Escuela “Manuel Palacio Fajardo” de
Acarigua, recuerda que aprendía los fines de semana, específicamente los
sábados de 8 de la mañana a dos de la tarde, se llevaban la comida. Me cuenta
que allí le agarro gusto a la matemática y se dedicó aprender, y un día en un
examen le dolió mucho porque en un examen el seguro de una buena calificación,
vio con tristeza que su nota era muy baja y que la de otro joven que no había
hecho nada tenía 20, simplemente este otro estudiante le llevaba a la maestra
peras, manzanas o uvas (en ese tiempo se podía), y él por su condición de pobreza
nada le llevaba, ella la maestra le daba buenas notas a ese joven. Yo
indignado, sigue contando y con los conocimiento en lo que hacía, me dirigí a
la dirección y le plantee al director lo que estaba sucediendo, me hizo él de
nuevo el examen y observo mis conocimientos, mando a llamar a la maestra
conmigo y le reclamo su actitud para conmigo, a mí me colocaron 20 puntos y la
maestra se enojó, pero luego se convirtió en mi amiga.
Aprobado
el sexto grado, el director de apellido Chávez, me consiguió cupo en el INCE
Agrario ubicado en Agua Blanca, y contento comencé mis estudios, me gradué de
Técnico Medio Mención Agropecuaria. Gracias a sus altas calificaciones, sobre
todo en las tres Marías (Física, Química y Matemática) a Frank lo dejan como
maestro o instructor, pero cuando hubo cambio de director del INCE, él fue
removido de su cargo, muy triste dice que se sintió y se fue hasta Falcón al Tecnológico
de Coro, logrado el TSU en Agropecuaria y regresa cargado de ilusiones,
pensando en que le darían el trabajo de instructor, pero no tuvo suerte, y se dedicó
a otros trabajos que le ayudaron a mantenerse en pie,
Frank
en la actualidad es zapatero de día y vigilante en las noches, ya que cuida de
una casa y otras veces un galpón, siempre acompañado de su fiel amiga. En esa
esquina donde el para su tarantín, todo lo que por allí pasan lo saludan con
respecto y él responde el saludo con felicidad y alegría con una sonrisa que se
dibuja en su cara curtida por los años y la sabiduría.
Siempre
se ve acompañado de jóvenes y no tan jóvenes que llegan para que el bueno de
Frank les explique cálculo con geometría analítica, o tal vez física y porque
no resolver algunos problemas de química. Así como lo están leyendo, no tampoco
es profesor de matemática, es que sabe matemática empírica ya que no fue a
ninguna universidad a estudiarla, y es una de sus pasiones y una que le ayuda a
sobrevivir en esta Venezuela de problemas pero con solución, no darse por
vencido.
En
sus ratos “libres”, toma su guitarra y practica la escala musical, se deja
escuchar por los transeúntes que con admiración y respecto bien ganado por
Frank, le dan al pasar sus vítores. Pero este hombre de bien, también hace
sonar del acordeón lindas cumbias, ese instrumento que para muchos es difícil,
me cuenta Frank, que él aprendió observando a un colombiano vecino suyo allá en
su lar natal.
En
estos 400 años de Acarigua, Frank se convierto en un acarigueño más, un
personaje que ha hecho historia aquí en este pueblo que lo adopto y que él hizo
suyo hasta la posteridad.
Si
lo quiere conocer o necesita de sus habilidades en la matemáticas, el está
ubicado con su modesto tarantín en la esquina del parque Andrés Eloy Blanco.
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